August 8, 2018
Carajo,
esa canción que suena otra vez
y ese mar que no perdona vientos.
Las casas están ahí, hablando.
Lima es una escritura
con melancolías en la vereda,
abre paso al monstruo del silencio
abre paso al árbol caído
y a mi suerte.
Somos sangre gris que corre por sus venas.
Nadamos, nadamos, nada mos,
pensamos y miramos al techo,
acomodamos la corbata,
acomodamos el cinturón,
acomodamos la falda,
somos una santa puta,
un pedazo de incierto.
¿Cuántas veces habremos muerto?
¿Cuántas veces volveremos al túnel?
La luz solo empaña a los cobardes
y el olvido es nuestro pan con emoliente.
Canciones de los ochentas suenan en Qilqa otra vez
y me digo: ¿cuándo escucharé a mi amigo?
¿cuándo echaré a llorar por una poesía?
¿cuándo mataré a alguien por ser tan hipócrita?
¿cuándo me mataré para resucitar mi vientre?
mi golpe al cielo no ha sido suficiente
mis amores me esperan siempre
yo amigo, yo camarada, yo ninguno
me acurruco en un pecho cualquiera
para reconocer que estamos en el mismo viaje.
Nadie nos ha dicho cómo hacerlo
y eso es lo mejor de todo.